Para cualquier saludeño el chino Lam bien puede ser Pepe, Roberto, Germán, Orlando o Felo. Creo que hay dos más que nunca conocí porque viven fuera de Cuba desde que tengo uso de razón. De hecho todos son chinos y de apellido Lam; y claro está, hermanos.
Lo curioso es que en La Salud nadie se confunde. Si alguien te dice que se encontró en el parque con el chino Lam tú sabes exactamente de quién se trata, o si te piden el favor de entregar ésto o aquéllo al chino Lam, no habrá problemas, llegará a su justo destino.
Es que cada uno de ellos tiene un perfil muy definido. Dentro de la misma casa donde vivían todos, en una esquina, Roberto, que es Maestro Nacional, tenía su mesa de ajedrez, elegante y bien asistida por todos los fanáticos del pueblo. En otro aparte, el equipo de practicar pesas y los arreos de electricista, era el sitio de Germán y sus acólitos. Mas allá, en un buró lleno de libros y un radio receptor siempre encendido estaba Felo disertando sobre la música cubana al corro de melómanos; y en otro buró lleno de pinceles, bocetos, pinturas y libros especializados, el lugar de Orlando, pintor y maestro de generaciones.
Desde su eterno sillón en la ventana, amablemente saludando, Rosarito, la bendecida madre. Y, con todo el ajetreo de la casa encima, la única hermana, Neyda: la china.
De modo que era fácil saber, según quien te hablaba, de quién te estaban hablando. Así es hasta hoy a pesar de las ausencias.
Quiero anotar que Felo es un reconocidísimo Musicólogo con una obra obra publicada trascendente para la cultura cubana y que Orlando es profesor de la Cátedra de Grabado de San Alejandro, la mundialmente prestigioso escuela de Artes Plásticas.
Todos son mis amigos, pero fue a Roberto a quien conocí primero y con quien colaboré desde la adolescencia. A esa casa natal iba todos los domingos por la mañana con la intención de aprender a jugar ajedrez. Supe de la Siempre viva, de La Inmortal, de Capablanca y sus finales, de Fischer y la Siciliana y de la poderosa Escuela Soviética del juego ciencia. Con Roberto participé en torneos municipales, en simultaneas y en la organización de muchos eventos. Organizábamos campeonatos de ajedrez vivo y de ajedrez postal.
Cuando organizamos el más sonado de los campeonatos de Primera Categoría, Lam (Roberto, para los que no son de La Salud) me hizo juez de salón y ayudante en la confección de los pareos por el Sistema Suizo. Además me pidió que escribiera un pequeño boletín diario con las historias, anécdotas y resultados de la jornada precedente. Puso en mis manos una pequeña imprenta de gomigrafos y bautizamos nuestro boletín: Jaquetón.
Durante los días que duró el certamen, Jaqueton se publicó en el mural de la Academia local. Yo tendría unos 14 años y me enfrentaba empíricamente al imperativo de narrar. A instancias de él comencé a escribir y aún no he terminado.
Justo es agradecerle a Roberto su activismo y a sus hermanos toda la gloria que dispensan a nuestro pueblo.
- Luis Carlos Coto Mederos
- Vibora Park, noviembre 2022