El buen herrero

                     A Francisco el herrero, amigo de mi padre.

El hierro es caprichoso

                                   se resiste

al calor de la fragua

                              es necesario

 templarlo lento  silentemente-lento

como hace el volcán que derrite las piedras.

-El hierro se ennoblece

                                  golpe a golpe

       al sudor de los sueños.

Antes de ser herrero es preciso ser hombre

               y serlo con justicia

vulnerable ante una nimia creatura

temeroso de Dios

                           agradecido

hecho de asombro y flor y luz y bienandanza.

Bien llámese Francisco

         bien llámese Mi Padre

así logré pesarlos dignamente

          siempre vueltos

al pie del arduo fuelle de la vida

 a la forja de todos los futuros

   al resplandor de lo eterno

               redivivos.

Luis Carlos Coto Mederos

Víbora Park, enero 2022

Riquezas

A mi hermano Pedro José

Al menos yo era tan rico que compartía con mis padres el cuarto de dormir. El cuarto grande de la casa como le decíamos entonces.

Había otro, sí, el cuarto chiquito, donde mi hermano aletargaba su ocio las mañanas de domingo. Éste permanecía vacío entre semana desde que su festivo huésped estudiaba en una escuela militar capitalina.

Los domingos no. Los domingos era el día que amanecía en casa…

Yo tenía el hábito de levantarme tempranito, cambiarme de cuarto y sigilosamente dormir un par de horas junto a él.  -Ñoñerías de hermano…

Hoy, me he levantado muy temprano sin saber qué hacer y me he puesto  a escribir estas dichas pasadas.

No sé por qué precisamente hoy…

¿Será porque es domingo?

Luis Carlos Coto Mederos

Víbora Park, 08.08.2021

El sátiro inocente

A la memoria de Zacarías Martínez

-Niño, te compro la chiva…

Entonces me asaltaba la rabia. ¿Cómo hacerle comprender al imprudente que el velocípedo mío: deseo, sueño, milagro de aquellos días de enero, no podía ser un animalejo, sino, una firme razón para estar en este mundo?

-Niño, te compro la yegua…

Un homicida nacía cada vez. Nadie podía insultar así mi velocípedo: imagen de la gracia de Dios mediante una epifanía poseída.

-Niño, te compro la mula…

¡Qué maldición la de aquel sátiro intenso a quien deseaba todas las penas habidas!

Quizás le hice mal de ojos o fue el azar quien le arrebató el aliento en el mismo sillón del portal desde donde me lanzaba sus propuestas…

Ha pasado el tiempo… He vuelto al sitio del recuerdo y no he visto si no un vacío, un silencio, una oquedad en la orfandad de mi pecho y por vez primera su sonrisa, la sonrisa en el anciano rostro del noble Zacarías.

Luis Carlos Coto Mederos

Víbora Park, julio del 2021

Salutación

A Jorge Ignacio Domínguez, 
al ver las fotos con su esposa e hija.

El sano orgullo que me gusta tanto
por las muchachas que también admiro
hirvió en la leche de tu hogar guajiro
al calor de una virgen y de un santo.

La sagrada familia tiene encanto
y está en tus ojos y está en tu sonrisa:
Una ilusión más fresca que la brisa
del mar azul que te enaltece. ¡Cuánto

tiene de cielo el pan de cada día!
Dos varones también son la alegría
del noble hogar donde esta llama arde.

Esa sonrisa es tu deber, hermano,
y ese orgullo labrado por tu mano
tiene de celestial. ¡Qué Dios los guarde!

Luis Carlos Coto Mederos
Víbora Park, septiembre 2020.

 

Ronda de la Infancia

“Anda serio ese hombre anda por dentro.” R. Alberti

Y sin saberlo yo
sin esperarlo
zarpé desde la infancia
al mediodía
entrando en la costumbre del recuerdo.

Con esta edad perdí la adolescencia
el fino cascabel de sus mañanas
los juegos  fabulosos
la costumbre
de ser un reyecillo sin fronteras.
Allí aprendí a soñar.
Yo se que vuelvo
si intento caminar con mis poemas.

Sin más razón que el sueño a flor de labios
envuelto en su manera de querernos
vino a decir un día que su hijo
el más pequeño de los dos
era poeta.
         -Yo era un saltamontes sin remedio.
Así mi padre lo contó a mi hermano
y mi hermano a su vez a toda hora.
Por ellos ando yo verdicampeando
entre las hojas de papel
con el idioma.
-Ellos me regalaron la ternura.

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El Ángel de Noviembre

Fotomontaje de portada: Melba Díaz

Ilustraciones: Luis Carlos Coto Gutiérrez

Preliminar

Estos son versos de juventud.
Algunos sobrepasan el cuarto de siglo.
De seguro tardaron esperando por el
impulso que brinda la generosidad de los jóvenes.
Siempre pensé que podrían ser útiles sólo
a mí, pero, unos muchachos cargados de
sueños, – que no son otros que mis hijos,
y una mujer preciosa, -que no es otra que mi esposa,
decidieron lo contrario.
Tomé pues para esta aventura el arte de uno,
los saberes del otro
y el talento y talante de la niña.
En fin, les tomé la palabra.
Con ellos comparto estos poemas juveniles
que humildemente dedico a mi esposa.
Gracias Luisito,
gracias Ale,
gracias Greisy.
– Melba, para ti son estos versos.

Presencia  

Yo te identifico con las calles
los autos en las calles
la gente de los autos
los árboles    las casas    las esquinas
el parque en las esquinas
los bancos de los parques.
Porque me gusta andar y desandar la Habana
soñando tu presencia a cada paso.


Presencia II

Estuve a cientos de kilómetros de ti
y no era lejos
eras cualquier sonrisa de la calle
el aire de la noche
el sol    el mar
mi soledad tenía tu compañía.
Estuve donde nadie te vio nunca
pero sabían de ti
   -que me esperabas.
No volveré a estar lejos
ahora lo sé
           -si  tú
sigues diciendo que me amas.


Muchacha

Muchacha que vienes de no sé donde
     no sé con qué pretexto
es muy entrada la noche y he cerrado mi puerta.
Déjame silbar solitario
      es muy entrada la noche
y debo acompañar esta vigilia.
No toques a mi puerta    no.
No saltes.
Esa ventana es sólo para respirar.

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Hondos Huéspedes

Hondos Huéspedes

Estos
que nacieron inéditos
como rostros sin nombre
del fondo de mi piel
son -amén de otros disturbios-
meros sueños.
               Motivos
que me encantan con sus vuelos.
Presagios escondidos.
                         Hondos versos.
Huéspedes que me habitan todo el tiempo.

Un hombre

Un hombre solo    sentado en su memoria
un pobre hombre al que le falta el ímpetu
   inacabado    ruin    agrivencido.

Lo hicieron con arcilla adulterada
y aplaudieron al final
                         no sé
          aplaudieron.

Nadie lo ve curarse las costillas.

Con tantos hombres

Estoy enfermo    gravemente    enfermo.
La más ingenua de mis células
no quiere ser parte de mí.
Ha dicho que jamás    y    yo    la sigo.
Se irrita    y    yo    la  amo.

Estoy enfermo    gravemente    enfermo…

¿Cómo ha de sentirse Dios
con tantos hombres?

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