Ninguno de los presentes podía recordar el nombre del pelotero norteamericano que había inscrito en los anales del béisbol, MLB, el record de carreras impulsadas en una temporada. Recordaban, sí, que la hazaña había sido en el ya lejano 1930 con 191 carreras al plato.
Félix León García, poeta repentista saludeño estaba de visita en la casa habanera del otro León de la décima en Cuba, Pablo: -Pablo León Alonso.
Darío Corvo, también saludeño y también de visita (en realidad acompañaba a Félix), tampoco podía recordar el nombre del célebre deportista porque sencillamente esas estadísticas excedían sus capacidades intelectuales. Digamos, como se dice ahora, que Darío era un hombre con características especiales.
Así estaba compuesta la concurrencia. Todos representantes y muy amantes del punto guajiro, pero esa tarde de domingo habían desviado la conversación hacia la pelota.
Pasaban, entre refrescos y sorbos de café, Babe Ruth, Conrado Marrero, Adrián Zabala y otros tantos, pero el nombre del as del Chicago Cubs nunca llegó.
Darío, que es el protagonista de esta jornada como verán, se sentía verdaderamente contrariado al no poder sorprender a su ídolo de los guateques campesinos con el hallazgo del nombre en cuestión. Darío era un fanático de Pablo y asistía a todas sus presentaciones habaneras fueran en el municipio que fueran.
Nadie podía afirmar que entendía cabalmente el desarrollo de sus controversias porque Pablo manejaba con mucho acierto todos los recursos poéticos y su obra fue de una exquisitez absoluta.
Repentista de un lirismo impecable siempre estuvo reconocido entre los más grandes del país. También gozaba del prestigio de ser un hombre íntegro: cordial y respetuoso. Darío lo adoraba y Pablo lo sabía.
Darío Corvo, Darío,
Yo sé bien que mi partida
A la casa de tu vida
Le dejó un cuarto vacío.
Así le cantaría a su amigo, años después, cuando ya vivía en Miami y Güira de Melena le organizó un concierto de bienvenida durante su visita a la Patria.
Ya atardeciendo los saludeños se pusieron de pie, dieron las gracias al amable anfitrión y regresaron a La Salud, un pueblito campestre y distante que mucho amaban.
Darío no se dio por vencido, bien entrada la noche fue a ver a un vecino estudioso de la liga profesional de béisbol y le hizo la pregunta de marras:
-Hack Wilson, dijo el presunto especialista.
Y ustedes me van a creer, porque para eso lo cuento. Darío encaminó sus pasos hacia la parada de ómnibus y comenzó nuevamente, casi a las 11.00 de la noche, el recorrido, inverso, de más de 30 Km hacia la casa del bardo.
A la 1:30 de la madrugada estaba, eufórico, destrozándole el sueño con sus toques de puerta al poeta insigne. Le traía a su aeda, con una sonrisa, el nombre del recordista norteamericano e inscribía a su vez para siempre, en la memoria de Pablo, un record nunca antes visto en liga alguna.
Luis Carlos Coto Mederos
Víbora Park, enero 2022