Si no fuera Cuba tan infortunada, querría yo más a México que a Cuba.
Cuando desembarcó en Veracruz el 8 de febrero de 1875, acababa de cumplir veintidós años el joven Martí. Nacido en La Habana el 28 de enero de 1853, único varón y primogénito de una familia pobre de ocho hijos, sufrió desde muy temprano los rigores del colonialismo español. A los quince años ya se lamentaba de no poder estar en la manigua oriental cubana luchando por la libertad de su patria y a los dieciséis fue condenado a seis años de prisión y trabajos forzados en las canteras de San Lázaro por el delito de infidencia a la corona gobernante, pena que le fue conmutada, gracias a gestiones de sus padres, por la deportación a España. Allí, en pocos años obtiene dos licenciaturas, una en Derecho Civil y otra en Filosofía y Letras, en la Universidad de Zaragoza. Don Mariano y Doña Leonor buscando otras soluciones para reunir a su familia, aliviar su menguada economía y sobre todo alejar a Pepe de los aconteceres políticos que convulsionaban al país antillano, deciden entonces emigrar a México donde tenían amigos y había un gobierno constitucional. Al punto de establecerse en la capital azteca reclaman la presencia del hijo ausente. Así llega José Julián Martí y Pérez a puerto mexicano por primera vez, -“con el espíritu aterrado” de ver la restauración de la monarquía borbónica en la madre patria. Ahora conocería una libertad que no había en la isla cubana ni en la metrópolis colonial. En México, bajo la presidencia del Licenciado Sebastián Lerdo de Tejada, continuador de la obra de su predecesor, el prócer de la independencia Benito Juárez, fallecido apenas tres años atrás, se respiraba un aire de respeto a la democracia que servía de bálsamo para el dolor de las heridas aún abiertas en la conciencia del cubano. Nuestro héroe comenzaba así una primera estancia de dos años en ese país hermano que sería definitoria en su maduración como hombre y como creador. Dos días después se reúne en la capital con la familia. Falta su hermana Ana, que había muerto de tuberculosis un mes antes. Ana era la que más se le parecía, la que gustaba de lecturas y jugaba a escribir versos. Moría en México a sus dieciocho años cuando estaba de novia con el pintor Manuel Ocaranza.
Si quieren que de este mundo
Lleve una memoria grata,
Llevaré, padre profundo,
Tu cabellera de plata.
Si quieren, por gran favor,
Que lleve más, llevaré
La copia que hizo el pintor
De la hermana que adoré.
Si quieren que a la otra vida
Me lleve todo un tesoro,
¡Llevo la trenza escondida
Que guardo en mi caja de oro!
Junto a su familia lo esperaba también el licenciado Manuel Antonio Mercado, principio de una amistad profunda que duraría toda su vida. Inmediatamente se inserta el jovenzuelo en la vida intelectual del país y cultiva la amistad de numerosas personalidades como Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera, Justo Sierra, José Peón Contreras, Manuel Ocaranza, entre otros. Forma parte del diálogo político en esa época de formación de la cultura moderna de la nación, desarrolla una gran actividad periodística desde Revista Universal y desde sus famosos Boletines firmados con el seudónimo Orestes, se da a conocer como poeta, traductor, orador y polemista brillante en sus debates del Liceo Hidalgo. Su primer escrito, “Crónicas de Paris”, vio la luz el 2 de marzo de 1875, en Revista Universal. Comienza tratando temas europeos, mientras se da a conocer en el mismo periódico como poeta, transido de dolor por la muerte de su hermana preferida, con “Mis padres duermen” el 7 de marzo del mismo año.
Pronto su actividad periodística comienza a asentarse sobre las distintas aristas de la nación creciente y perfectible: sociedad, economía, gobierno, democracia, cultura y educación. Denunció sin medias palabras el peligro que representa Estados Unidos de Norteamérica, siempre manipulando problemas surgidos o provocados en la frontera con el país Azteca:
Los Estados Unidos se han palpado los hombros y se los han hallado anchos.
Asume la defensa de los indígenas, mexicanos excluidos y descartados en su propio país, y propone soluciones como la enseñanza obligatoria y su incorporación al gobierno en calidad de ciudadanos activos:
De casa en casa iría pidiendo piedras para levantar una hermosa Escuela Nacional de Indios.
Potenció y apoyó a Enrique Guasp en el desarrollo del teatro nacional porque para él “…la independencia del teatro es un paso más en la independencia de la nación”. A instancias de su amigo escribió y estrenó con gran éxito su proverbio en un solo acto “Amor con amor se paga”. Visitó escuelas, inéditas en el sistema de enseñanza latinoamericano, como aquella de Sordomudos que fundó y aún dirigía el maestro sordo francés Edouard Huet. En una conmovedora crónica dedicada a este sublime centro de enseñanza dice:
…el sordomudo enseñado es la obra tenaz de lo tierno.
Tan joven y con una impronta tan definida en la vida política, social y cultural del país es de suponer que también su vida amorosa fuese muy activa. Salta sobre todos un nombre: Rosario de la Peña, ya señalada como Rosario la de Acuña, porque a ella se atribuye el suicidio del poeta saltillense Manuel Acuña. Otros nombres son los de Edelmira Borrel, y las actrices Eloísa Agüero, cubana, y Concha Padilla, quien fuera la protagonista de su simpático proverbio. A Rosario le escribe cartas encendidas en las que llega a decirle:
Amar en mí, -y vierto aquí toda la creencia de mi espíritu- es cosa tan vigorosa, y tan absoluta, y tan extra-terrena, y tan hermosa, y tan alta, que en cuanto en la tierra estrechísima se mueve no ha hallado en donde ponerse entero todavía”. …“De cuantas vi, nadie más que Vd. podría. Y hace cuatro o seis días que tengo frío.
En poesía aquella gran mujer le arranca versos inolvidables:
En ti pensaba yo, y en tus cabellos
Que el mundo de la sombra envidiaría,
Y puse un punto de mi vida en ellos
Y quise yo soñar que tú eras mía.
Ando yo por la tierra con los ojos
Alzados— ¡oh, mi afán!—a tanta altura,
Que en ira altiva o míseros sonrojos
Encendiólos la humana criatura.
Vivir: —Saber morir; así me aqueja
Este infausto buscar, este bien fiero,
Y todo el Ser en mi alma se refleja,
Y buscando sin fe, de fe me muero.
De la relación no correspondida con Rosario de la Peña y del estremecimiento que le produjo la historia de la muerte, años atrás, de Acuña, nació el 6 de diciembre de 1876 en El Federalista, una de las páginas más bellas que haya escrito hombre alguno sobre amor, desamor, amistad y virtud:
¡Lo hubiera querido tanto, si hubiese él vivido! Yo le habría explicado qué diferencia hay entre las miserias imbéciles y las tristezas grandiosas; entre el desafío y el acobardamiento; entre la energía celeste y la decrepitud juvenil. Alzar la frente es mucho más hermoso que bajarla; golpear la vida es más hermoso que abatirse y tenderse en tierra por sus golpes”. …“Para pedestal, no para sepulcro, se hizo la tierra, puesto que está tendida a nuestras plantas.
En 1876, al caer el gobierno de Lerdo y quedar cerrada Revista Universal, Martí se refugia en El Federalista y escribe enérgicas denuncias contra el caudillismo de Porfirio Diaz. A poco necesita salir de México y viaja hacia Guatemala cerrando así su primera estancia en el país que ya tanto lo ama. Se mantiene el vínculo con la patria de Juárez a través de las cartas a Manuel Mercado y sus colaboraciones con El Partido Liberal. Por otras dos veces vuelve a pisar suelo mexicano. Primero el amor que lo ha flechado seriamente. En diciembre de 1877 regresa desde Guatemala para casarse con la cubana Carmen Zayas Bazán. La casa de su amigo Manuel Mercado es el espacio irradiante de toda actividad. Mercado y su esposa, Lola, le ofrecen una cena íntima. La redacción de El Federalista invita también a los recién casados a una comida para despedir el año. Son pocos los días que estuvieron en México los nuevos esposos pues el 9 de enero de 1878 partieron en una travesía insólita, -recorriendo por sus medios 144 leguas-, hacia la capital guatemalteca. Ahora vendrá un amplio periodo en la vida de nuestro apóstol que transcurrirá fundamentalmente en Nueva York. Es la etapa donde su poesía, su oratoria, su fecunda labor periodística y sus ideas revolucionarias llegan a la máxima madurez. Organiza y dirige la venidera campaña de guerra a librar en la manigua de Cuba:
Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.
Allí se convierte en el alma de las luchas por la independencia cubana. La tercera estancia en tierra anahuacense se produce entre la segunda mitad de julio y la primera mitad de agosto de 1894. Ya está muy pronto de estallar en Cuba la insurrección de 1895. Martí es el delegado del Partido Revolucionario Cubano, fuerza política fundada por él para librar la guerra necesaria contra España bajo el principio dignísimo de “con todos y para el bien de todos”. Esta que será su última visita tiene un carácter meramente político y la necesidad de recaudar fondos para la guerra. Se reúne con Mercado y Juan de Dios Peza en ciudad México, con el poeta yucateco José Peón en Veracruz y otra vez en la capital se entrevista con Porfirio Díaz. El día 18 de mayo de 1895, desde los campos de Cuba, escribe a Manuel Mercado una carta que consideramos su testamento político:
…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber…
Al día siguiente 19 de mayo cae en Dos Ríos, de cara al sol, abatido por el fuego enemigo. México estuvo en su pensamiento y en su corazón hasta el último día de su vida:
México, que siempre tuvo corazones de oro, y brazos sin espinas, donde se ampara sin miedo al extranjero.