Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles; …
Salmo 126
Ahora que saben cuánto admiro este país hermoso quiero decirles que no me he apartado ni un milímetro de esa Isla caribeña, noble y también hermosa que todos conocemos por Cuba.
Cuba es un país de poetas, serlo allí es una tarea muy ardua. Por eso quizás debemos admirar más a quienes han tocado esas cimas tejiendo sueños con los finísimos hilos que nos legó Cervantes.
Para mi gusto, ese honor tiene nombre: Dulce María Loynaz.
Como esta noche es Noche Buena y como quiera que sea, me ha sorprendido lejos de mi casa, no he podido evitar el insistente martilleo de ciertos versos de tan prestigiosa escritora:
Y es que el hombre, aunque no lo sepa, unido está a su casa poco menos que el molusco a su concha. No se quiebra esta unión sin que algo muera en la casa, en el hombre... O en los dos. El que nació sin casa ha hecho que nosotras, las buenas casas de la tierra, tengamos nuestra noche de gloria en esa noche; la noche suya es, pues, la noche nuestra:
La voz poética es la voz de una vieja casona que se lamenta de la ausencia de algunos de sus miembros. Desde los meses precedentes venía anunciando con cierta expectativa:
Pero por mucho que demoren,
para diciembre al fin regresarán,
porque la Nochebuena se pasa siempre en casa.
Diáspora de ilusiones maltrechas… pudiera concluirse entonces.
No. Claro que no, no sería justo ponerle ese broche final a mi visita porque cuando, -como en esta noche, amén de otras,- una casa ajena te abre generosamente sus puertas y la familia pone con entusiasmo un plato más en su mesa, -y te hace un lugar en el centro mismo de su sagrado corazón-, es porque estamos asistiendo a la víspera de una doble navidad: la Navidad del Niño Jesús que cada año deseamos sentir en nuestra vida, y la navidad de la amistad, el respeto y el amor entre personas, -que me brindan y les brindo…
No fue casual que pusiera exactamente al inicio esos verso del Salmo 126.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles; ...
Es que los percibí desde que por vez primera traspasé este umbral. Sentí las buenas vibras del Señor.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que me creo como en familia y en casa, como es menester para poder celebrar con júbilo la Noche Buena. La verdadera Noche de Paz.
Muchas gracias, familia.
¡Que viva el Niño Dios y que nos bendiga a todos!
Luis Carlos Coto Mederos
Monterrey, 24 de diciembre del 2019.