Don Amargado

Allá va Don amargado
y en su silencio se esconde,
pues no quiere irse de donde
tanto trabajo ha pasado.
Le espera el iluminado
mundo cooperativista,
y ante la nueva conquista
del campo desarrollado,
vuelve su espalda Amargado,
se calla y baja la vista.

Va camino del batey
que es de su vida verdugo.
Carga en los hombros el yugo
que le corresponde al buey.
Lleva en su frente la ley
equívoca del pasado,
y cubre al viejo Amargado
en su soledad fatal,
la razón del animal
y el atraso del arado.

En la finca colindante
crecía digna y altiva,
la alegre cooperativa
con su estatura gigante.
Contempló por un instante
con una mirada terca,
que ya no estaba la puerca
amarrada en el batey
y terneros, vaca y buey
habían brincado la cerca.

Sólo el gallo del guajiro
quiso aliviarle el delirio,
pero un profundo martirio
desató tras un suspiro.
El gallo con débil giro
cantó su “quiquiriquí”,
y sin vacilar, allí
Amargado lo mató,
porque en su canto creyó
oír, -“Vámonos de aquí”.

Un vecino que llegó
al punto de esta lujuria,
con la voz llena de furia
al campesino increpó:
“Mátame a mi –le gritó-
guajiro individualista,
y si tu línea egoísta
te empeñas en mantener,
también mata a tu mujer
que ya es cooperativista”.

La razón y la verdad
nunca son contemplativas,
y nuestras cooperativas
descubren la realidad.
Se alivio la terquedad
en el rostro de amargado
y se le vio iluminado
por una expresión furtiva.
Miró la cooperativa
diciendo: -“Seré afiliado”.

Luis Carlos Coto Mederos
Mención en el concurso “Dímelo cantando” del semanario Palante.

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